La simplicidad del zen
La simplicidad del zen es la puerta hacia lo trascendental. No hay necesidad de buscar respuestas en el laberinto de la mente o en el ruido del mundo exterior. La verdadera comprensión reside en el silencio de la mente, en el espacio entre los pensamientos y en la presencia pura.
El desapego se convierte en la llave que libera las cadenas de la ilusión. Al permitir que las sensaciones y pensamientos fluyan como el río, sin aferrarse ni rechazar, nos liberamos del sufrimiento autoimpuesto. No hay anclaje en el pasado ni anhelo por el futuro, solo una entrega completa al momento presente.
En la respiración del zazen, la auténtica maestría no se encuentra en alcanzar estados de conciencia excepcionales, sino en la humildad de ser un testigo imparcial de la experiencia. La mente que busca repetir estados pasados está perdida en el laberinto del ego. La iluminación se halla en el fresco aliento de cada momento, en la aceptación incondicional de lo que es.