Dharma
A la «Acción Recta» suele denominársela dharma. Es decir, la acción que debe hacerse en oportunidad de lugar y tiempo. Suele asociarse a la aparición del «yo», el gran problema no solamente de la acción sino también de la cognición. La facultad diferenciadora del «yo» cierra el campo de cognición y crea la frontera entre el conocedor y lo conocido. La acción dhármica no produce karma, causalidad, pues no hay sujeto que realice la acción.
Para el advaita la «Recta Acción» es también una acción sagrada, gracias a que al realizarla continuamente purifica la mente, pues hace que el conocedor se sitúe de manera continua y constante en el presente, con las consabidas ventajas que ello ofrece y que ya hemos enumerado largamente a través de estos textos. Así, entonces, la actividad cognitiva que coloquialmente denominamos concentración se convierte en un maravilloso puente al aprendizaje interior. La Atención distribuida exclusivamente en el sujeto o en su defecto el objeto, permite una redistribución de la cognición, forjando campos de cognición más estables. Al conocer lo estable, nos conocemos más estables.