Aprender a Meditar
Cuando volcamos la Atención en nuestro mundo interior nos descubrimos a nosotros mismos. Ahí aparecen nuestros hábitos mentales más recurrentes, nuestros recuerdos y lo que pensamos de nosotros mismos, cómo nos relacionamos con nosotros y con todas las facetas de nuestra vida, nuestros anhelos y deseos, etcétera.
En este edificio que hemos construido a lo largo de los años hay muchas puertas que dan acceso a diferentes lugares; incluso hay puertas que hemos olvidado dónde están y qué es lo que hay tras ellas. Es así como, en muchos momentos de nuestra vida, nos sentimos esclavos de aquellos hábitos mentales, emocionales y de comportamiento que hacen que vaguemos a la deriva, perdidos y sin rumbo, sin saber muy bien quiénes somos y hacia dónde vamos.
Tras el caos inicial, si aceptamos mirarnos al espejo desnudos, sin juicio ni lucha, nuestra mente deja de vagar sin rumbo. Es entonces cuando empieza la práctica meditativa, que abre la puerta para reconocer en el instante presente quién percibe ahí adentro, sin ningún atributo, juicio, control o deseo. Es tan natural como reconocer nuestra propia existencia, como notar que “somos”, que “existimos”.
Todo ser humano posee dicha herramienta, que nos permite navegar con rumbo claro a través de la experiencia de la vida. La atención posada de manera eficiente en el instante presente hace que la ignorancia y la duda cesen, entregándonos a experimentar, saber y amar sin distingos, sin egoísmo ni control, en oportunidad de lugar y tiempo. Cuando aceptamos que la vida no es nuestra, que somos parte de todo lo que existe, que somos una gota en el océano, nuestros limitantes empiezan no a excluir, sino a integrar. Una gota también es a la vez océano.
Aprender a meditar es una forma de vida, de vivir nuestro día a día, desarrollando nuestras habilidades innatas en cualquier orden de actividad que desarrollemos. De esta manera afloran certezas cada vez más estables que generan, con el devenir del tiempo, sentido de integración con nosotros mismos y con la expresión de la existencia a través de nuestra propia vida. Aprender a meditar es aprender a vivir. Cuando nos reconocemos en nuestra expresión de vida cotidiana, al llevar esa misma atención a nuestro mundo interior, clausurando los sentidos, aquello que somos empieza a insinuarse en un viaje que nos puede llevar hasta la otra orilla del océano.